El peso del Caribe en la última novela de Julio Escoto

Sara Rolla

...pero esta no es saga o leyenda mediterránea, canto heráldico o rapsodia de raza civilizada sino recuento, copla bohemia de la realidad. (p.123)
  Es evidente que la región caribeña no suele ser ámbito propicio para los estilos fríos y descarnados, ni para la expresión de tormentos existenciales. Es, en general, territorio abierto para la imaginería desbordada y el desenfado sensual, tanto en la forma como en el contenido. Es un espacio ideal para la burla y la carcajada; en síntesis, para el carnaval (que, desde luego, no deja de ser, en gran medida, un desahogo catártico y una mascarada que encubre desengaños).
  Estos criterios se corroboran al leer la última novela de Julio Escoto, El Génesis en Santa Cariba (1). Toda su obra anterior ha manifestado una propensión temática a explorar los elementos constitutivos de su ámbito de origen (2). No pocas veces ha pulsado, también, la cuerda del humor. Recordemos, al respecto, algunos de sus cuentos, como esa joya titulada “El gozo en el pozo”, y el libro Historias de los operantes, un ejercicio de ludismo que prefigura ciertos rasgos de El Génesis....
  Hay un documento que arroja luces para acercarse a esta novela: un ensayo de Escoto –que originariamente fue ponencia en un congreso literario internacional-, incluido en el libro Literaturas centroamericanas hoy. Desde la dolorosa cintura de América (3). Se titula “Peso del Caribe en la literatura centroamericana actual”. Allí el escritor hace una síntesis muy amena y documentada del “paisaje cultural” del Caribe centroamericano. Y termina destacando una tendencia de la narrativa actual de esta zona geográfica, y aun del resto de América Latina: la de inspirarse en la “urdimbre histórica” o “imaginario real” de la región para componer sus ficciones. Arriba a esta importante conclusión:
  Pues en Centroamérica, como desde luego en todas partes de América, parece ser que no hemos podido superar aún cierta propensión didáctica, llamémosle mejor exploratoria, en que concebimos a la obra literaria no sólo como un juego verbal, un efecto lúdico, sino bajo cierta responsabilidad, o lo que se llama en la postmodernidad el compromiso ético.
  Los escritores (…) sentimos que no nos es llegado aún el tiempo del hedonismo de la palabra y que, como lo asevera el mayor novelista caribeño, aún no descubierto por los congresos literarios, el nicaragüense Lizandro Chávez Alfaro, “cierta misión se impone, la de facilitar un segundo descubrimiento, el de nosotros mismos”…. (P.C., 34)
  No nos engañan, al respecto, los juicios de la contratapa de este nuevo libro de Escoto, al decir que, detrás del enorme despliegue imaginativo de esta novela “divertida e intensa”, está “la historia de América”.
   Planteado el marco general en que se sitúa la obra, enfoquemos ahora algunas de sus características resaltantes. Apuntábamos la idea de lo carnavalesco en el texto. En este sentido, resultan aplicables a El Génesis… ciertos postulados de M. Bajtin (4), ya que se advierte claramente ese sentido cómico popular, contrapuesto a la cultura del poder, que enfoca el mundo a través del filtro de un humor hiperbolizante, desprejuiciado y burlesco.
  Escoto abandona aquí la tesitura grave de la novela histórica e incursiona en una especie de “roman comique” que busca, creo, armonizar el desborde imaginativo con el enfoque referencial, evitando el riesgo del discurso claramente pedagógico, que es, por esencia, antiliterario.
  El texto traza, desde ángulos paródicos a menudo desopilantes y pese a sus deliberados anacronismos, un panorama histórico del “subcontinente”, centrado en la región caribeña, pero con indudables alusiones a Latinoamérica en general. Hay también claves que nos remiten al contexto nacional y ciertos guiños para los conocedores del ámbito local e, inclusive, familiar del escritor. (5)
  Queda claro, entonces, que en El Génesis…nos movemos en un espacio y un tiempo sincréticos, donde se funden los componentes geográficos e históricos reconocibles con los elementos míticos. Surge así una ficción en la que conviven la actitud lúdica y esa propensión “exploratoria” de la que hablaba Escoto.
  El tiempo, particularmente, es manejado en forma libérrima, además de constituir un motivo importante en la trama. El personaje narrador –que en ocasiones cede paso a una voz colectiva- es una especie de profeta y sabio caricaturesco, acompañado de un asistente inseparable de conducta no menos irrisoria. La misión que se ha propuesto es la de inventar el reloj, en un ámbito donde se ignora el tiempo y alternan o coexisten, con la mayor naturalidad, acontecimientos que, situados en la perspectiva del lector, no encajan en el eje histórico convencional. Al respecto, dice el narrador:
  Les inquietaba mi noción del tiempo, que en la isla era loco y errático. En Cariba las circunstancias ocurrían todas a la vez y se resistían a dejarse medir. Las noticias llegaban a veces disparatadas pero lo considerábamos un procedimiento normal de los espejismos del arcano del universo. Hoy moría el hijo de Vincenzo Galileo en Arcetri pero un verano después nos enterábamos de que el santo oficio lo juzgaba y lo obligaba a retractarse. Mañana los babilonios desvelaban inventando la manera de escribir los números y ayer los misiles de algún imperio estaban cayendo sobre Iraq. (G.S.C.,37)
  Este fenómeno de los “anacronismos” en la trama de El Génesis… admite diversas lecturas. Puede, por ejemplo, interpretarse como alusión a un rasgo cultural típico de las naciones del área, donde conviven la carreta y el jet, el curanderismo con el laser, etc. Recordemos el estado de inocencia adánica, que García Márquez patentiza en las páginas iniciales de Cien años de soledad, respecto al “conocimiento del hielo” y los demás inventos traídos a Macondo por los gitanos. La actitud de Escoto, en ese sentido, tiende a incrementar el uso de la sátira hiperbólica y el juego temporal.
  A veces, los anacronismos suscitan otra lectura posible. Por ejemplo, cuando se narra la llegada e imposición sangrienta del colonialismo inglés, se incluyen ciertos detalles anacrónicos que, tras la broma de grueso calibre, nos muestran, en definitiva, un signo trágico: el carácter cíclico de los imperialismos, con las amputaciones y degradaciones que infligen a la cultura local. Se describe de este modo la conducta lasciva de las “damas” inglesas, que persiguen a los nativos para dar rienda suelta a su voraz apetito sexual:
 Lolgorios fáunicos escandalizaban el bosque, suitis y darlins alborotaban la floresta, acentos londinenses silbaban hasta la mañana en los pinares, cuando rastrillábamos los puchos de condones para que los niños no los soplaran. Cariba se hizo isla de putería y asimilábamos curiosas hablas del tipo menage y voyeur, propias de nobles habituados a la exquisita costumbre de hacerse los locos cuando sus mujeres les tallaban cuernos. (G.S.C., 50)
  Más allá de la ficción hilarante y disparatada, la trama, insistimos, va mostrando el panorama histórico-cultural de la región caribeña, a la que (volvemos a auxiliarnos de Peso del Caribe…) el escritor juzga como una “polenta humana en permanente ebullición y cambio, un espacio en constante transición, tráfico de influjos e influencias, cuando no de expresiones directas o sutiles de los más grandes imperios del orbe durante todas las épocas….” (P.C., 25)
  Cuando Escoto, en el ensayo, caracteriza los rasgos esenciales de la cultura caribeña, establece algunos parámetros fácilmente reconocibles en la temática de la novela. Habla, por ejemplo, de las “típicas rebeliones en Centroamérica”, originadas en un “fervor caliente de oposición a todo régimen” (P.C., 29), a raíz de la experiencia histórica de las distintas formas de esclavitud que han abatido a la población del área. La trama abunda en referencias a ese tipo de revueltas, todas con sangrientas consecuencias.
  También habla el escritor, en Peso del Caribe…, de “una religiosidad abundantemente dispar (P.C., 29), y éste es otro aspecto resaltante en la ficción, donde se hace referencia a la práctica de los más variados cultos, por debajo de la preeminencia oficial del catolicismo en su variante más conservadora, la del Opus Dei.
  Asimismo, se desprende, de las apreciaciones de Escoto en el ensayo, la idea de que, en medio de esa gama de creencias, juegan un papel destacado, en la visión del mundo, los “elementos originarios de las profundas vivencias de la practicidad indígena local” (P.C., 29). Esto es evidente en El Génesis…, donde se pone de relieve la tendencia de la población de la isla a abordar el mundo desde la perspectiva de la conciencia mítica. La vida es gobernada por sueños y visiones:
  …sus habitantes habíamos aprendido, a fuerza de soliloquio, a navegar en el tránsito enmarañado de los sueños para compartir por la mañana las premoniciones nocturnas como si fuesen verdad, pues nada sustancial acontecía sin que lo percibiéramos mientras desguarnecíamos dormidos. (G.S.C., 41)
  Otro rasgo característico de los caribeños que menciona Escoto en Peso del Caribe…es “una inclinación preferente hacia la sensualidad que a la meditación intelectual” (P.C., 28). Esto se hace patente en la fuerte carga de erotismo desenfrenado que cubre muchas páginas de la novela.
  El ensayo alude, además, citando fuentes documentales, al mestizo criollo como explotado y a la vez explotador (P.C., 28). La novela presenta una visión muy crítica de este componente ambiguo de la “polenta humana” caribeña, al que el narrador define como “cancro de nuestra propia carne” (G.S.C., 162).
  Todos estos contenidos, que hemos enfocado aquí de un modo muy panorámico, se expresan en un lenguaje que se corresponde con esa tendencia general a fundir el ludismo y la referencialidad. A veces, la prosa nos impresiona como un puro artefacto verbal con el que el autor juega antojadizamente, siguiendo determinada línea melódica:
  …al mirar que la mirábamos con la mirada con que la estábamos mirando se abstuvo y sólo nos miró con desolación. (G.S.C., 129)
  Pero, generalmente, el juego lingüístico resulta claramente satírico:
Monseñor Nobando de Vita era célibe por escogencia, incompetencia, inapetencia, abstinencia e impotencia. (G.S.C., 131)
  La comicidad verbal –importante para crear el tono de farsa que campea en el texto- se nutre de los más variados registros, como en este diálogo que involucra citas de conocidas canciones populares de orígenes culturalmente contrapuestos:
  “El cielo se está cayendo” insistió Recamier procurando contener el deslizamiento de Josué Jerusalem.
“Let it be” ensayó ella un ingles británico que pronunció como ciclista galesa. (G.S.C., 153)
  La esencia tragicómica del texto se hace evidente en el capítulo titulado, precisamente, “El cielo se está cayendo”, en el que los personajes principales, huyendo de una matanza emprendida por las autoridades insulares, se encuentran con un espectáculo auténticamente dantesco, en cuya descripción se reitera obsesivamente, como espeluznante leit-motiv, la palabra “sangre”. Citamos sólo el principio:
  Sangre, había sangre por todas partes. Sangre pronta a cuajarse como lácteo vital.
Sangre que empezaba a oxidarse con delgado esplendor mate y proseguía derramándose a impulsos, como descompensada de un hígado gigante, sangre de linfocitos aráctiles en camino a pudrirse y fraguar la plasta, torta o delirio de moscas y canes, sangre de presencia inesperada, estera de flogisto y estupe- facción, sangre desconocida y anónima, curtida, vertida, incombustible sangre que cristalizaba al sol. Tanta era la sangre allí expuesta que debía provenir de un mártir ciclópeo o de una legión de soñadores. (G.S.C., 123-124)
  Pero ese tono de horror cede paso, en fuerte anticlímax, a un relax humorístico, al encontrarse los fugitivos con un grupo de hampones que se expresan en su cómica jerga o “caliche”. Este pasaje (pp. 125 a 129) nos recuerda aquel cuento de Escoto titulado “Diálogo en la casa de las siete suelas” (de La balada del herido pájaro). El autor parece establecer, así, un puente intertextual, con la complicidad de sus lectores.
  Para concluir, recalcamos que ésta es una aproximación muy general al texto, como una ojeada panorámica que busca enmarcar la novela en la poética narrativa de Escoto. Otros analistas contribuirán sin duda, “con mejor pluma”, a desmenuzar los múltiples aspectos que la configuran como un eslabón importante de la obra de este autor esencial en el panorama de la narrativa centroamericana contemporánea.
  Notas
(1) Julio Escoto, El Génesis en Santa Cariba. Honduras, Centro Editorial, 2006. (Todas las citas del texto corresponden a esta edición, que identificamos como G.S.C.)
(2) Cfr. Mario Gallardo. Identidad e historia en Julio Escoto. Revista CriticArte. San Pedro Sula, Junio 2006, pp. 4-5.
(3) Karl Kohut y Werner Mackenbach (eds.). Literaturas centroamericanas hoy. Desde la dolorosa cintura de América. Frankfurt/Main-Madrid. Vervuertverleg-Iberoamericana, 2005. (Todas las citas del ensayo corresponden a este libro. La fuente es identificada como P.C.)
(4) Passim Mijail Bajtin. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Madrid, Alianza Editorial, 2003.
(5) Véase esta muestra mínima de asociaciones sugeridas por algunos nombres de personajes: Chepito Martí (José Martí), Salvador Lejano (Salvador Allende), Monseñor Nobando (Monse- ñor Obando) , Alfonsina Mucha (Alfonso Mucha y Alfonsina Storni), coronel Diógenes Arellano (general López Arellano), comandante general Alvergue (lleva el apellido de la esposa del autor). También se incluyen referencias humorísticas directas a varios escritores contemporáneos, como el uruguayo Mario Benedetti, el hondureño Oscar Acosta y el nicaragüense Lizandro Chávez Alfaro (todos en la página 54).

San Pedro S
ula, 17 de septiembre de 2006

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