EL GENERAL MORAZAN MARCHA A BATALLAR DESDE LA MUERTE

de Julio Escoto
por; Ennio Maldonado

Se enfría el café. Mientras tanto, el General Morazán marcha al patíbulo, va a caballo de Cartago a San José, prisionero de quinientos josefinos traidores a la federación. Pero no va solo; lo acompañan su hijo José Francisco y sus amigos más leales: José Antonio Vigil y Vicente Villaseñor, quien la noche anterior intentó suicidarse para no sufrir la vergüenza de morir inerme frente a sus enemigos. Otro amigo no menos querido, el General José Miguel Saravia, se envenenó ingiriendo medio dracma de estricnina antes de ver muerto a su general.
El café sigue caliente. Una vorágine de recuerdos pasa por la cabeza del general en el momento de la descarga última. El plomo rompe sus músculos, su sangre encontró salida, las fibras de su cuerpo se retuercen. Los recuerdos pasan a tropel como en una pantalla de cine. En ese diminuto instante inmenso descorre el velo de su vida y lo vemos entrar victorioso en El Salvador, lo escuchamos arengar a sus hombres: indios curarenes y Texíguats que lo acompañaron en sus batallas, oímos el susurro de su voz en la noche conyugal en que le hacía los hijos a Josefa Lastiri, su esposa; percibimos la tímida voz del presbítero José Gabriel del Campo confesándolo minutos antes de dar el primer paso rumbo al paredón donde se ha de encontrar consigo mismo, porque Ala muerte parece ser sólo el reencuentro con nosotros mismos@. Uno puede oler la madrugada, envolverse en la pólvora de una escaramuza, cruzar fuego con los conservadores. El café debe estar tibio.
Sin embargo, oímos los sonidos del silencio en casa de Mayorga, el general traidor, la tarde del catorce de Septiembre de 1842. Puede uno sentirse alucinado por los deseos de libertad; quisiera uno ser el más humilde de los cartucheros que acompaña al héroe, trabar amistad con las vivanderas que preparaban las vituallas de los guerreros y convertirse en el cartero que llevaba las cartas que enviaba Dios a la madre Teresa de Jesús de Aycinena en la que le informaba sobre el horror que se cernía sobre Guatemala si Francisco Morazán seguía en el poder. (Qué bella letra y qué impecable ortografía la de Dios!, cuentan. El café ya no suelta ni el aroma.
No importa, las noventa y cuatro páginas de la novela AEl General Morazán marcha a batallar desde la muerte@ nos ha fascinado. Novela biográfica, historia novelada, apología, homenaje; todo esto )o qué? El maestro Julio Escoto nos toma de la mano y nos lleva por la ruta del héroe sin dejar detalle, gustamos de una prosa rica, a veces poética, a veces deslumbrante y demoledora. Marchamos sin ese barniz de semidiós con que nos lo dieron a cucharadas en la escuela las inocentes maestras y sin levita militar como en las estatuas dormidas en el bronce o en el mármol. Está allí de carne y hueso tal cual era: padre, amigo, hermano y nada más.
AEl General Morazán marcha a batallar desde la muerte@ es una novela para leerla de una sola sentada y para meditarla largo tiempo. Monólogo, narración y otra vez monológo. Así es la exposición de los acontecimientos en el relato. Termina donde comenzó: con el fusilamiento y los tres minutos postreros en los que su rostro besa el polvo tico, mientras la última célula se resiste, vemos el tránsito de sus cincuenta años que van y que vienen de su juventud a su niñez, de su niñez a esta hora aciaga en que cae en ese mundo desconocido y misterioso, intemporal, que es la muerte, donde no cabe el odio ni las diferencias y en la que quizás todos seremos iguales. Desde allí, desde la muerte puede vernos, juzgarnos doscientos años después en que sus ideas libertarias todavía alumbran como el sol.
Fin de la lectura: un suspiro. Es una novela intensa, apasionante: (calidad!
El libro sigue en mi mano, detengo en la figura pensativa del general pintada en la portada: sosteniéndose el mentón, de traje negro, de civil como siempre quiso vestir. Dan ganas de besarlo, General, e invitarlo a tomar un sorbo de café helado, General.

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